Un cuento de la vida real
Su tía comenzó hablándole de seres elementales, de hadas, duendes, elfos y demás, a ella el tema le llamó la atención.
Después sus cosas se empezaron a perder y de pronto aparecían en el lugar menos esperado, ahí su abuelita le dijo que a las niñas bonitas las perseguían los duendes y parecía que ella ya tenía el propio, su interés por estos seres aumentó cada vez más.
Y a pesar de “tener su propio duende” las que más le gustaban eran las hadas; eran pequeñas, pero no necesitaban ser grandes para llamar la atención, su belleza era tan impresionante que todos las querían, así jamás las hubieran visto.
Buscó hechizos para llamarlas, probó varios y ninguno funcionó y un día cualquiera, mientras colgaba la ropa en las cuerdas del jardín para que se secaran bajo el hermoso sol que había, vió algo brillar sobre el rosal, rápidamente observó algo alargado con alas diminutas, pero que la cautivó, la niña pestañeó y el ser desapareció. Nunca lo volvió a ver, pero en su corazón supo que era un hada.
Y desde ese día supo que si existían, que estaban cerca a ella y jamás dejó de creer en ellas.